El cultivo sin suelo está ganando cada vez más popularidad en los países del Mediterráneo, pero uno de los principales problemas que enfrenta la horticultura en muchas regiones de esta zona es la baja precipitación, lo que limita la disponibilidad de agua para el riego.
La descarga de la fertirrigación agrava las condiciones de escasez hídrica existentes, ya que en los sistemas hidropónicos abiertos, el drenaje de la solución nutritiva supera comúnmente el 30 % del total aplicado. Una correcta gestión de la solución nutritiva es fundamental para evitar el desperdicio de agua.
Se ha informado que la concentración de las soluciones nutritivas actualmente utilizadas puede reducirse hasta en un 50 % sin efectos negativos sobre la biomasa ni sobre la calidad de los cultivos hortícolas y florales.
Una forma de reducir el uso de nutrientes sin comprometer la productividad de los cultivos en la producción hidropónica consiste en mejorar la absorción de nutrientes por parte de las plantas mediante el uso de bioestimulantes.
Los bioestimulantes también pueden reducir el consumo de fertilizantes, favoreciendo una absorción más eficiente de los nutrientes.
La definición más aceptada de bioestimulante vegetal es:
“Cualquier sustancia o microorganismo aplicado a las plantas con el objetivo de mejorar la eficiencia en la nutrición, la tolerancia al estrés abiótico y/o las características cualitativas de los cultivos, independientemente del contenido de nutrientes.”
Las principales categorías de bioestimulantes incluyen:
- sustancias húmicas
- materiales que contienen proteínas e hidrolizados de proteínas
- extractos de algas (como Ascophyllum nodosum)
- hongos y bacterias beneficiosas
Los bioestimulantes pueden utilizarse en todas las etapas de la producción agrícola, incluidos los tratamientos de semillas, aplicaciones foliares durante el crecimiento y en productos ya cosechados.
Diversos bioestimulantes han demostrado su capacidad para estimular el crecimiento de las plantas, aumentando el metabolismo vegetal, estimulando la germinación, mejorando la fotosíntesis y optimizando la absorción de nutrientes del suelo o del medio de cultivo.
También pueden mitigar los efectos negativos del estrés abiótico, como la sequía, el calor, la salinidad, el frío y el estrés oxidativo.
El uso de bioestimulantes representa una estrategia sostenible y prometedora para optimizar la productividad de los cultivos, especialmente en sistemas hidropónicos. Su integración en la gestión agronómica es una clave para una agricultura más eficiente, resiliente y respetuosa con el medio ambiente.