Arte, ecología y comunidad desde Tectum Garden
de Arnold Braho
En el marco del programa Culture Moves Europe, promovido por la Unión Europea y el Goethe-Institut, se desarrolla actualmente una colaboración con la organización Tectum Garden en Barcelona. El proyecto parte de una pregunta central: ¿cómo repensar el huerto urbano no solo como espacio de cultivo, sino como un lugar de construcción cultural, social y política?
Tectum Garden, con su enfoque comprometido con la agricultura urbana y las prácticas sostenibles, establece afinidades con investigaciones curatoriales que exploran las intersecciones entre arte contemporáneo y ecología. En este contexto, el huerto urbano se concibe como un laboratorio simbólico: un espacio de producción de discurso, narrativas y comunidad, donde se entrecruzan saberes, formas de resistencia y horizontes de posibilidad. El hacer cotidiano adquiere así una dimensión política y cultural.
A partir de esta colaboración se articula un programa cultural —en proceso de desarrollo junto a Pietro Tonini— que integra talleres, workshops y presentaciones públicas. El programa prevé también una expansión hacia instituciones educativas italianas, con actividades programadas en NABA (Milán) e IUAV (Venecia). Paralelamente, se trabaja en la curaduría de una serie de proyectos de videoarte que abordan las temáticas de la agricultura urbana y la ecología, con proyecciones previstas en eventos culturales en Barcelona.
Lejos de una visión nostálgica, la práctica agrícola urbana se plantea como un espacio contemporáneo de posibilidad, interconexión y generación de nuevas narrativas sociales. El huerto se presenta como un catalizador de cohesión social: un espacio de encuentro intergeneracional, intercultural y transdisciplinar, donde las jerarquías del aprendizaje se suspenden y el conocimiento circula de forma horizontal.
Desde una perspectiva ecológica y simbólica, el huerto urbano se configura como un sistema vivo y dinámico: un sumidero de residuos que favorece la circularidad, donde los desechos no se conciben como basura, sino como materia orgánica en transformación constante. Simultáneamente, opera como una agencia de biodiversidad, entrelazando corredores verdes que hacen permeable el entorno urbano para la fauna y articulan una visión post-humana, en la cual el ser humano se reconoce como una especie más dentro de un sistema complejo e interdependiente. En determinados contextos, el huerto adquiere además una dimensión espiritual e introspectiva, funcionando como espacio de conexión íntima con la tierra y con prácticas ancestrales.
Esta dimensión múltiple —pedagógica, ecológica, simbólica y política— plantea desafíos significativos para las prácticas artísticas y curatoriales. En particular, se impone la necesidad de evitar formas de representación que conduzcan a la exotización, la musealización o la idealización. La pregunta crítica que orienta este trabajo es cómo generar dispositivos de conocimiento y visibilidad capaces de reconocer la complejidad, la potencia y la diversidad de estos saberes sin reproducir lógicas extractivas o colonialistas.
En esta dirección, la semiótica y la práctica curatorial se presentan como herramientas críticas fundamentales. Permiten desmontar discursos dominantes, abrir nuevas formas de lectura y denominación que contribuyen a descolonizar categorías establecidas, y proponer narrativas que expanden el campo de experiencia del arte contemporáneo. Desde esta perspectiva, el arte puede intervenir de manera activa en la visibilización y valorización de estas prácticas, posicionándolas como portadoras de una sensibilidad contemporánea, política y situada.
Un eje central del proyecto consiste en declarar el huerto como espacio cultural compartido y común. Esta afirmación subraya la posibilidad de pensar el espacio de cultivo como un espacio de pensamiento, de afecto y de disputa simbólica. No se trata de romantizar las prácticas agrícolas, sino de reconocer en ellas un reservorio de imaginación social: un terreno fértil desde el cual repensar lo común, lo político y lo sensible.
El huerto se plantea también como un archivo viviente: un depósito dinámico de saberes ancestrales, técnicas transmitidas oralmente a lo largo de generaciones, memorias colectivas y especies vegetales que resisten los procesos de homogeneización del paisaje. Esta dimensión archivística se articula con la idea del huerto como espacio de resistencia y de futuro, en el que se inscriben prácticas que cuestionan los sistemas agroindustriales y abren posibilidades para formas de coexistencia más justas y sostenibles.
En este contexto, la colaboración con Tectum Garden constituye una plataforma activa para explorar estas líneas de trabajo, que se desarrollan en el cruce entre la investigación curatorial, el pensamiento ecológico y las prácticas culturales contemporáneas.
El programa en curso —que incluye talleres, presentaciones públicas y proyectos de videoarte— se configura como un dispositivo de diálogo y acción que vincula arte, ecología y comunidad desde una perspectiva crítica, situada y transdisciplinar.